-Todavía tengo sueño por dormir y siempre sueños por soñar. Para los padres que se enfrenten a ello por primera vez, sepan que una laringitis en un chiquitín de 2 años cumplidos este enero, como el mío, puede ser tan aparatosa como un drama televisivo de función de tarde. Esa tos extraña y perruna, ese amago de ahogarse de tu niño que aún no sabe gestionar unos síntomas que no son en realidad tan graves como parecen y para colmo en tiempos de COVID 19, te puede convertir otra noche vela en esto de ser padres en una auténtica tragedia griega…
Toda la noche te la pasas vestido y con los zapatos puestos por si hay que salir corriendo al hospital Materno infantil; con tu otro niño, de diez años, durmiendo en su habitación quejándose de los ruidos que hace el bebé: “que se calle el pollo, papi”, te dice, y tú le dices que se duerma, que ya sabe cómo son los niños pequeños, y se lo dices medio riéndote, para quitarle importancia, pero estás angustiado con tu niño en brazos a punto de llamar a todos los amigos médicos que tienes y...
Y así hasta que te dan las cinco de la mañana y le has puesto un almohadón en la cuna para cuando lo echas dentro a ver si respira mejor y al fin puede dormirse hasta que, de pronto, la luz del día hace que los monstruos parezcan amigos cercanos y haces todas las llamadas y te dicen que has hecho bien, que por eso sigue sin fiebre y que ya respira mejor, que no va a pasarle nada a tu niño, y llega tu mujer de su turno de 24 horas y llevas al grande al colegio y sientes que se te saltan las lágrimas cuando como un zombi vas a trabajar.
Y una vez más, prueba superada...
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