Al comienzo no le presté atención, pero desde hace unos días ha comenzado a inquietarme. Aquello pareciera estar adueñándose de mi habitación.
Su forma indefinida, acaso cambiante, no me permite nombrarlo o rotularlo. Estoy sí en condiciones de afirmar que está creciendo o al menos que progresivamente va ocupando más espacio. Este hecho es lo que debe haber despertado mi curiosidad en un principio, curiosidad que en el último tiempo ha devenido en preocupación.
Anoche, cuando en complicidad con la oscuridad la habitación pasó a ser lugar de descanso, percibí por primera vez que se movía. Esto me aterró. Permanecí toda lo noche acostado y con los ojos cerrados, pero sin poder dormir. Me dije entonces que al día siguiente abandonaría para siempre esa habitación.
Sin embargo, la claridad que trajo el alba me devolvió el coraje que por la noche había perdido. Hoy me he pasado todo el día caminando en la estrechez de mi celda, con las manos cruzadas tras la espalda.
La tarde cae ya y aquello ha sellado la puerta.