Si en algún lugar la lógica pecado-castigo, hace valer sus estatutos, es en
la educación. Nuestra cultura está permeada de ella, y por ende, la enseñanza.
Se planifican cronogramas, se hacen regsitros, se califican los saberes, todo
bajo el rigor de este pensamiento. Se persigue tras de ello la ceremonia en
donde la bendición o la condena del sacerdote, en este caso el maestro, será
la última palabra sobre los conocimientos particulares del juzgado. Nada más conclusivo.
Nada más falso. Y se aspira a que los pupilos resulten "preparados para la vida".
La vida, que es incertidumbre, y en donde nadie conoce a ciencia cierta el potencial
completo de las herramientas que juntos hemos soñado, ni de los azares que pueblan
el destino de cada cual.

Obtener la venia de un examen, no significa
poseer la inmunidad de algún conjuro, tal que cuando en el mundo se aplique
lo conocido, toda interrogante resutle en respuesta airosa. Al camino de la verdad,
no le importan las sotanas ni las bendiciones, ni el esfuerzo ni las angustias,
ni las envidias ni los celos. Mas cuando se logra desandar, hay una estela bella,
que se ve a lo lejos, y el alma levemente sonríe. Entonces, hay que pensar en
los desaciertos como tropezones, como imprevistos. No pensar en ellos como castigos
por incompetencia, como si la mano de un Dios paternalista, haya decidido dejar de alagar para castigar flaquezas
y actitudes incorrectas. Es que se aprende, bajo la aceptación colectiva, ponderada
por el gesto afirmativo de sabios aclamados y llenos de éxito, que la tragedia, cosa
de naturaleza incierta y catastrófica, es un castigo.
Y tal parece que se estudia para evadir el castigo.

Pero además, a no ser que lo impartido sea un recetario que se sigue al pie de la
letra, es justo averiguar, preguntar, equivocarse. Y he aquí, que el error,
es el mayor equivalente del pecado en nuestra educación. Solo hay que ver
cómo, en algunos contextos, para preguntar, se usa el preámbulo : "Perdonen
mi ignorancia...", cuando si no se conoce de un tema, lo correcto es precisamente
mostrar las dudas. Nadie debería creer que por ignorar algo (desde cómo se escribe
cierta palabra, hasta el proceso de funcionamiento de un sistema), sería rechazado
en su contexto. El error es aquello que ayuda a
comprender un conjunto de razonamientos, lo que permite discriminarlo en clases.
Es la empuñadura de la espada del raciocinio, con la cual se dividen los problemas en trozos
más pequeños para poder ser comprendidos. Es descubrimiento. Es indigación, y por tanto, pilar
esencial de una educación sólida. Dichoso es aquel, que en el camino de aprender un tópico,
puede crearse un mecanismo de prueba y error. Es esta la forma más eficiente y segura de obtener
un resultado pulido, que ilustre lo bello de lo conocido.